domingo, 2 de dezembro de 2018

1511, Aymaco: Becerrillo (Eduardo Galeano. Memoria del fuego I Los nacimientos)




La insurrección de los caciques Agüeynaba y Mabodamaca ha sido aplastada y todos los prisioneros han marchado al muere.

El capitán Diego de Salazar descubre a la vieja, escondida en los matorrales, y no la ensarta con la espada.

– Anda – le dice–. Lleva esta carta al gobernado, que está en Caparra.

La vieja abre los ojos de a poco. Temblando, tiene los dedos.

Y se echa a caminar. Camina como niño chico, con bamboleos de osito, y lleva el sobre a modo de estandarte o bandera.

Cuando la vieja está a distancia de un tiro de ballena, el capitán suelta a Becerrillo.

El gobernador Ponce de León ha ordenado que Becerrillo reciba el doble de paga que un soldado ballestero, por descubridor de emboscadas y cazador de indios. No tienen peor enemigo los indios de Puerto Rico.

La ráfaga voltea a la vieja. Becerrillo, duras las orejas, desorbitados los ojos, la devorará de un bocado.

– Señor perro – le suplica–, yo voy a llevar esta carta al señor gobernador.

Becerrillo no entiende la lengua del lugar, pero la vieja le muestra el sobre vacío.

– No me hagas mal, señor perro.

Becerrillo husmea el sobre. Da unas vueltas en torno a esa bolsa de huesitos trémulos que gime palabras, alza una pata y la mea.




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