Menos banal, aunque
igualmente significativa, es la comparación entre supermercados y cines. Unos y
otros son basílicas del tipo del Panteón de Roma, y responden a la doble
función de la basílica como mercado cubierto (supermercado) y de la iglesia
(cine). (p. 117-118)
(...)
Hoy existen dos
planos históricos: el cuatridimensional de la vida diaria y el tridimensional
de las basílicas cartesianas. Un complicado feedback
conecta esos dos planos; pero la tendencia trata de anteponer el plano
tridimensional – como trompre-l’oeil que
es – al plano cuatridimensional, con el que se choca y que ofrece una
resistencia.
No se excluye que
no futuro la historia, existencialmente significativa, se desarrolle ante los
ojos de los espectadores sobre paredes y pantallas de televisión, y no en el
espacio del tiempo. Eso sería realmente una posthistoria. Por eso el filme es “el
arte” de nuestro tiempo, y el gesto fílmico del “hombre nuevo”, un ser que
desde luego no nos resulta incondicionalmente simpático. (p. 122)
(Vilém Flusser. Los gestos. Barcelona, Editorial Herder,
1994)
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